sábado, 19 de marzo de 2016

Multiverso

Yo, casa sola, hogar vacío. No sé por qué sigo apostando. Quizás ya perdí. Quizás mis sentimientos quebraron. Pienso que los dados están truchos, las cartas repetidas. No puedo contar, no puedo calcular. Sólo puedo lanzarme al vacío a ver si la alcanzo, a ver si doblo la apuesta. Diez de la noche. Los tragos son caros, las nenas vacías y los relojes de oro. Toda una fantasía. Mesas verdes, trajes elegantes, zapatos bien lustrados. Sólo escucho voces, sólo verborrea. 2 a 1, la casa siempre gana, huir o arriesgar. "Nunca toques las cartas", dicen, "no son mujeres". Muevo el techo corredizo. Voy de mesa en mesa aprendiendo. Veo viejos verdes que le apuestan las prendas a las dealers. Calvos majaderos, perros nauseabundos. "Ajá, y ¿cómo es que consiguen ganar?". Se meten la mano al bolsillo y sacan el engorroso fajo. Le apuestan a obtener la misma como si eso fuera posible. Como si pudieran dividir el tiempo en dos, como si pudieran ver detrás de las uñas. Traigo una mesa, el cenicero y la música... Pero, también pierden. También son humanos, humanos como yo. Ellos tienen el fajo y yo el olfato. Yo puedo decirles cómo ganar. Pero se atreven a perderlo casi todo hasta el golpe de suerte. Yo no puedo con eso. Yo no soy de esos lucky-guys que son de la capital y visten de negro. Quisiera vestir de negro. Quisiera apostar el llanto de esta soledad. La música. Les pregunto que qué tal, que cómo va ese juego. Me escuchan, no me miran. Claro, qué van a mirar a este culicagado. Cómo si un cagón como yo les enseñara qué es el 21 y cuál es a muerte. Ellos saben, no son brutos. Ellos también son esteparios, lobos solitarios.  Me siento en la mesedora, saco fuego y enciendo un magarro. Me lanzo a la mesa. "Deme, venga". Primera: seis rojo. Segunda: tres negro. Pido una más, obviamente. Tercera: "cinco rojo". Mierda, aún me falta. Golpeo con los dedos la mesa. Cuarta: "ocho negro". Me fui. No sé por qué sigo apostando. Ya no tengo nada. Ya perdí el juego. Lo acompaño con cerveza y con eterna soledad. ¿Quinta?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario